“El paisaje estaba aquí mucho antes de que nosotros ni siquiera lo soñáramos. Y presenció nuestra llegada.”
ROBERT MACFARLANE, ‘Naturaleza virgen’
🌳 Lanzarse al camino
Todos los caminos nos cuentan algo. Hablan de hondas heridas en viejas batallas y de civilizaciones remotas, desaparecidas. De antiguas lindes en disputa, de éxodos traumáticos, de rutas comerciales prósperas. De bailes y romerías. De peregrinaje y de peregrinación. De paseantes que fueron felices, encendieron una fogata y durmieron a su abrigo; de cuando hizo mucho frío y de cuando hizo mucho calor. Y de cuánto nos queda. Ahora llegamos.
Resuenan ecos de antiguos cauces por el camino. Manantiales intermitentes, trotes de algunos caballos. La cigarra y la hormiga; el canto del grajo. Voces del pasado.
Todos los caminos conducen a Roma. Los antiguos viajeros abandonaban su ciudad natal, rezaban a sus dioses y se acercaban andando al siguiente destino. Un pie primero y el otro después. Calculaban los espacios, las distancias conforme a sus zancadas y a sus posibilidades. Al caminar, el cuerpo se mide en relación con la tierra. Una milla, mil pasos.
El escritor, arqueólogo y viajero Bruce Chatwin (Sheffield, 1940 - Niza, 1989), audaz paseante obsesionado con la vida nómada (también era muy guapo), defendía que nuestro cuerpo está diseñado para recorrer a pie cierta distancia al día, cada día, y que todos los grandes males de nuestra pobre civilización son consecuencia de las costumbres sedentarias. Lo pienso un poco también: "el cambio es la única cosa por la que merece la pena vivir. Nunca aparques tu vida en un escritorio. Lo que sigue son las úlceras y los problemas cardíacos".
La necesidad de estar en perpetuo movimiento, sin asentarse, de ver, de conocer por sí mismo y de recuperar diariamente el asombro eran su forma de entender el mundo. El autor de ‘En la Patagonia’ creía además en los poderes sanadores del paseo: “si caminas mucho es probable que no necesites ningún otro dios". Caminar como una actividad mágica, poética que puede curar el mundo de sus excesos y desmanes. Cual explorador a la vieja usanza, Chatwin dejó escritos sus vagabundeos y sus autoexilios a pie en bellísimas páginas muy vigentes.
Si tienes la posibilidad, pasa un rato con ‘Nomad: In The Footsteps of Bruce Chatwin’, el docu homenaje de Werner Herzog a su gran amigo (fue él quien heredó su codiciada mochila). Sí, un caminante siguiendo las huellas de otro. El escritor inglés y el cineasta alemán compartían muchas cosas, entre ellas, el placer de dejarse llevar por el camino, la fe en el paseo y en su poder reparador. También una forma de estar en el paisaje, en el mundo.
Salgo de paseo largo por las afueras a recuperar aire y aliento. Como cura. Camino bajo sendas de árboles frondosos, bajo sombras milenarias, sombras verde botella. Hace ya mucho calor. A lo lejos, la ciudad.
🌳 Un buen paseo
Para esta excursión en el bello verano propongo huir a lo que fuera zona de solaz y esparcimiento de la Corona en Madrid. Nos vamos al sur, al distrito de Carabanchel. Bueno, en concreto, al Carabanchel Bajo, el lugar favorito de veraneo para la nobleza y la alta burguesía madrileña en el siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX. Tras los indudables beneficios del agua fresca de la zona, en busca de un aire más puro y porque era la moda (claro), las grandes fortunas del momento comienzan a construirse allí residencias estivales en forma de palacetes o casas-jardín; enormes quintas de recreo para personajes de la política y las nuevas clases adineradas. Todo eran ventajas: segundas residencias en un área bien comunicada a través del camino de Fuenlabrada, hoy calle General Ricardos, que permitía disfrutar de la vida en el campo sin distanciarse del núcleo económico, de la zona de negocios. Por si acaso.
Pues justo ahí adquiere en 1832 la Posesión de Vista Alegre, a título personal como su finca particular, su pasatiempo, la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, cuarta esposa de Fernando VII y madre de Isabel II. La vecina más ilustre se hace con una gran casa de campo, con casa de baños y un jardín de estilo paisajista (también llamado jardín pintoresco o “inglés”; ojalá saber más de jardines). Y María Cristina añade tierras colindantes a la propiedad, manda levantar caballerizas e invernaderos, dispone pequeñas arquitecturas ornamentales, decide plantar casi veinte mil árboles y arbustos, determina tierras de cultivo e inicia las obras del Palacio Nuevo.
Y nada, en 1833 muere Fernando VII, y su hija, la heredera al trono Isabel II cuenta tan solo con tres añitos, por lo que nuestra protagonista se convierte en Reina Gobernadora, sí. Una reina en funciones poco usual. Leo que María Cristina se enamora en secreto pronto y también se casa en secreto muy pronto. Y para ocultar su amor y su enlace con un capitán de la Guardia de Corps a la ciudadanía se refugia grandes temporadas en Vista Alegre, su posesión más preciada.
En 1846, ya con ciertas deudas, decide donar la finca a sus hijas, la reina Isabel II y la infanta Luisa Fernanda, con lo que la gran construcción pasa a ser gestionada por la Administración del Real Patrimonio y se convierte en Real Sitio.
Y la quinta pasará los siguientes años de unas manos a otras. Hasta llegar a las del marqués de Salamanca, a José de Salamanca y Mayol. El magnate del ferrocarril, banquero, constructor, alcalde, ministro… Ese hombre de negocios con cierto gusto por las actividades especulativas, que tras arruinarse una vez más, pasa sus últimos días en su palacio en Carabanchel, donde la muerte le sobreviene de forma inesperada. El enorme adeudo que arrastraba la propiedad hizo que los herederos del marqués la tuvieran que ceder al Estado en 1886, pasando a ser un gran recinto con funciones asistenciales y docentes, ya de titularidad pública. Chimpún.
Bueno, pues celebremos. Después de años de abandono, desde el mes de mayo se puede entrar por la Puerta Grande (se llama así), a la altura del 179 de la calle General Ricardos, y visitar los jardines de los Palacios de Vista Alegre, declarados Bien de Interés Cultural en la categoría de Jardín Histórico. E imaginar esas tardes dulzonas de paseo amoroso, entre la vereda, de la reina y el capitán.
Esta es otra travesía que tiene todo lo que me gusta: mucha aura histórica, caminos serpenteantes, elementos de agua que imitan arroyos, jardines de diseño asalvajado (¡preciosos!), plantas tapizantes que dibujan alfombras mulliditas, “caprichos” arquitectónicos que aderezan las sendas... Me pongo decimonónica.
Una caminata fácil, solo has de alcanzar el sur y atravesar la puerta. Sigue el camino. En nada llegas.
🌳 Un descubrimiento
“Me gustaría compartir con ustedes una razón objetiva de esta simpatía que siento hacia los árboles. Se trata del contraste extraordinario entro lo poco que necesitan y la enormidad de lo que logran.
FRANCIS HALLÉ, ‘La vida de los árboles’
Esta vez el descubrimiento es un árbol, un árbol increíble. El Cedrus libani A.Rich, el cedro bicentenario de la finca de Vista Alegre. Al ladito del Palacio Nuevo, se alza solemne este cedro. Leo que es originario del Líbano y suroeste de Turquía y que está incluido en el Catálogo Regional de la Comunidad de Madrid en la categoría de “Árbol Singular” por su extraordinario tamaño. Treinta y cinco metros de altura. Los seres vivos de mayor tamaño son los árboles y siempre lo han sido. También, los más longevos, sí. Algunos son casi, casi inmortales.
Los árboles declarados singulares en nuestro país son tan especiales o tan frágiles que no se les puede talar ni dañar total ni parcialmente. Son especies que requieren de especial cuidado y toda la protección ya sea por sus dimensiones, por su protagonismo histórico, porque encierren alguna rareza o por su edad.
El cedro del la finca de Vista Alegre podría ser el cedro más antiguo de Madrid: ya estaba aquí en 1800. A mí me gusta pensar que sí, que lo es. Leo que el 12 de mayo de 1886 hubo un fuerte ciclón inédito, que arrasó la capital y que afectó especialmente a los municipios de Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo. La magnitud estimada fue F3, y, claro, ocasionó graves daños en las edificaciones y en el arbolado de la quinta. Este cedro monumental y un bello ciprés que descansa junto a la galería del Palacio Viejo son los únicos ejemplares que continúan en los jardines desde entonces. Esto es importantísimo.
Tienes que verlo muy de cerca. Date un paseo.
🌳 Mujeres paseantas
Regreso durante unas líneas al sugerente paisaje del Lake District (la región de los Lagos), en el norte de Cumberland, el noreste de Inglaterra. La tierra de Dorothy. Hoy me gustaría honrar como se merece a la escritora, poeta y entusiasta caminante, Dorothy Mae Ann Wordsworth (Cumberland, 1771-Westmorland, 1855).
“Por la mañana, leí El paisaje de Knight [Landscape: A Didactic Poem in Three Books]. Después de tomar el té, remamos hasta Loughrigg Fell, visitamos los campos atestados de dedalera blanca, recolectamos fresas silvestres y caminamos para ver el Rydale. Nos tendimos un buen rato contemplando el lago: sus orillas oscurecidas bajo el sol abrasador. Los helechos comenzaban a amarillear, alguno ya había perdido todo su color.”
DOROTHY WORDSWORTH, ‘Diarios’
Dorothy Wordsworth, junto a su hermano William (uno de los más destacados poetas románticos ingleses; hay mucho poeta andarín) son algo así como los padres fundadores de esto del andar por andar. Pioneros del caminar como acto hedonista, como parte de una experiencia estética y cultural. Ellos, junto a su pandilla (los poetas lakistas o los poetas de los Lagos), hicieron del pasear algo distinto y novedoso, y constituyeron un cierto linaje de todos aquellos, todas aquellas que caminan por caminar y por el placer de estar en el paisaje. Sin más. Los Wordsworth, inseparables, se divertían vagando a pie por caminos, por colinas, por senderos.
Ni qué decir tiene que en el s. XVIII caminar era algo nada femenino y poco convencional. Pero es que nuestra protagonista no era una persona al uso. Y mientras seguía con sus travesías diarias a campo abierto, mantenía la costumbre de reflejar cada una de estas jornadas, en sus diarios. Ahí documentaba su vida en la región de los Lagos, la naturaleza que le rodeaba, las largas excursiones al lado de su hermano William, las lecturas que hacía. Y retrataba a personajes literarios relevantes de la época, como su gran amigo Samuel Coleridge, otro poeta andarín, otro eminente representante del Romanticismo inglés.
Bueno, hoy sabemos también que el hermano poeta William se basó en los relatos detalladísimos de escenas de la naturaleza de Dorothy, y los tomó prestados en algunos momentos en su obra.
Estas bitácoras rurales no estaban pensadas para ser publicadas sino para ser un registro íntimo, privado. Sin embargo, los diarios escritos en Alfoxden (1798) y Grasmere (1800-1803) por Dorothy Wordsworth vieron la luz por primera en 1897, gracias a William Knight, veinte años después de la muerte de la autora. Y tenemos la suerte de contar con una buenísima edición de esos pensamientos, observaciones y reflexiones de Dorothy en castellano, de Alba.
“Caminamos hasta el bosque y hasta la cascada. Lenguas de serpiente y helechos verdes en la hondonada húmeda y baja. Estas plantas ahora en un movimiento perpetuo por la corriente del aire; en verano solo se mueven por las gotas que caen de las piedras. Día nublado.”
DOROTHY WORDSWORTH, ‘Diarios’
Caminar hermanadas con el paisaje. Sí.
🌳 Escribir la naturaleza. Algunos Libritos
Y otro clásico en este asunto de escribir y leer la naturaleza. Traigo por aquí esta vez ‘La práctica de lo salvaje’, una recopilación de los ensayos completos de Gary Snyder (San Francisco, 1930). Sí, otro poeta, esta vez, de la generación beatnik. Uno de los más grandes poetas vivos de Estados Unidos, galardonado, entre otros grandes premios, con el Pulitzer de poesía en 1975.
Pero Snyder es, ante todo, un amante de la naturaleza, un entregado activista del medio ambiente desde su juventud y un defensor de la vida salvaje.
«Lo salvaje, tantas veces despachado como caótico y brutal por los pensadores civilizados, responde en realidad a un orden imparcial, implacable y hermoso, a la vez que libre.»
GARY SNYDER, ‘La práctica de lo salvaje’
El autor considera que la humanidad debe de establecer “un contrato natural de escala planetaria” si es que queremos salvar el planeta. Y plantea una esclarecedora revisión de nuestra pertenencia al mundo natural. Defiende la recuperación de una condición esencial que nos vincule verdaderamente con el territorio, la comunidad natural y con nuestro propio ser salvaje. Convertirnos en esos buenos salvajes que respetan su entorno, su paisaje.
La deslumbrante editorial Varasek se hace cargo de esta edición de ensayos inéditos en nuestro país. Curiosea todas sus propuestas editoriales. Son una gozada.
🌳 Arte natural
Y termino casi ya. Algunas veces, la naturaleza interviene como coautora involuntaria y crea o recrea pequeñas grandes obras de arte.
La artista suizoargentina Vivian Suter (Buenos Aires, 1949) decidió abandonar la comodidad de su casa en Basilea y trasladarse a vivir a la selva guatemalteca. A un estudio situado en Panajachel, sobre el terreno de una antigua plantación cafetera junto al lago Atitlán. Y allí, seguir pintando.
Las tormentas tropicales amenazan y golpean a Guatemala cada vez con mayor frecuencia y fuerza. A principios de junio del 2010, la tormenta tropical Agatha causó enormes daños justo en la zona de Panajachel. Y muchas de las pinturas almacenadas por Suter en su estudio quedaron parcialmente anegadas en el fango. Ese barro azaroso generó toda una series de curiosas pinturas intervenidas por la madre naturaleza.
Una suerte de revelación. A partir de ese momento, la artista pinta mano a mano con la naturaleza. E Impregna sus telas de viento, de lluvia, de barro, de hojas, de maderas y hasta de pequeños insectos de su selva.
Y bueno, puedes pasear (¡sí!) hasta El Palacio de Velázquez, en el Parque del Retiro, y perderte entre este gran bosque de bastidores y lienzos. Y descubrir las más de 500 pinturas de Vivian Suter desde el corazón de la espesura. La nueva propuesta expositiva del Museo Reina Sofía en mi edificio favorito.
Terminé. Felices paseos.
🎧 Esta cancioncita sonó muchas veces mientras escribía este cuarto paseo.
Pasear y serpentear por tus letras y frases han creado la necesidad de ir a visitar los jardines de los Palacios de Vista Alegre, que tienen bonito hasta el nombre. Sigo esperando tus próximas andanzas. Merci!