“¡Caminar cinco, seis, siete kilómetros o la distancia que sea, con los pies hundidos en el barro, y sola, completamente sola! ¿Qué pretendía? En mi opinión, es una muestra abominable de su orgullosa independencia, y revela una indiferencia al decoro de lo más provinciana.”
JANE AUSTEN, ‘Orgullo y Prejuicio’
🌳 Lanzarse al camino
También paseo sola, muchas tardes y algunas mañanas. Paseo para desentumecerme, para tranquilizarme, para pensar. Por placer. Es entonces cuando mi cabecilla vaga a su antojo, cuando me permito fijarme ratos largos en tonterías o en las cosas más bonitas. Me desintoxico un poco así de los estímulos obligados y de los malos asuntos. Y reparo embobada en lo que me rodea: hay un pájaro carpintero anidando en aquella haya.
Disfruto de los juegos de sombras de los árboles en el camino. Ultraperceptiva, recibo cualquier sonido alejado e intento distinguirlo, descifrarlo. Y me doy cuenta entonces de que no sé mucho sobre muchos sonidos. Sigo paseando. Me muevo en el espacio y también en el tiempo: repaso recuerdos, propósitos, planes.
Aunque algunas veces consigo no pensar en nada. La caminata rítmica, regular ejerce sobre mí el efecto de un mantra remoto, en desuso. Y ando sola y cierro un poco los ojos y me quedo unos segundos así. La tranquilidad.
Un calurosísimo día de julio de 1978 en el yacimiento de Laetoli, al norte de Tanzania, la reputada arqueóloga y paleontóloga británica Mary Leakey seguía empecinada en dar con los secretos del origen de la humanidad y seguía muy enamorada de África. Fue justo ahí donde la investigadora realizó otro descubrimiento fascinante. Leakey y su equipo de trabajadores locales excavaban emocionados entre cenizas volcánicas, y allí estaban: un reguero de huellas fósiles de homínidos, una caminito de pisadas humanas de entre 3,4 y 3,8 millones de años que revelaban que aquellos lejanos antepasados del hombre y de la mujer ya paseaban erguidos sobre sus dos pies. El asunto no dejaba lugar a la duda: se trataba de dos claros rastros paralelos de zancadas de homínidos a lo largo de unos 27 metros.
Sabios actuales consideran que esas huellas grabadas sobre las cenizas del volcán Sadiman corresponden a dos individuos adultos y uno más pequeño, que caminaban dando un paseo, en calma. Algunos creen además que iban de la mano y que pudiera tratarse de un pequeño grupo familiar. ¿El registro de la caminata más antigua de la historia? ¿El paseo tranquilo primigenio? ¿Hacia dónde se dirigían estos primeros paseantes y quiénes eran?
Seguramente caminaban, impulsados fuera del reino animal, para aventurarse en la sabana y como plan de contingencia; para poder sobrevivir. Igual yo también lo hago por todo eso mismo un poco.
🌳 Un buen paseo
Los caminos que voy a trazar no son los únicos caminos, claro. Son solo un poco los míos. Esta vez, me muevo al sur: al barrio de Entrevías, en el distrito de Puente de Vallecas. En Madrid, sí.
Desde el nudo sur de la M-30 hasta Rivas Vaciamadrid, se extiende el gran Parque Lineal del Manzanares (447.342 metros cuadrados de parque). Precisamente es el río su protagonista; la senda sigue su curso fluvial. Es el afluente del Jarama el que vertebra este privilegiado entorno medioambiental muchas veces descuidado y dividido en tramos (tres tramos). Para esta gloriosa caminata, yo me voy a centrar en un parque urbano que es justo el corazón del tramo primero, el más cercano a la capital. En el conocido como parque urbano de Ricardo Boffill, ideado por el estudio del arquitecto catalán.
Puedes iniciar este paseíto desde la pasarela peatonal del Parque Lineal Manzanares sur, siguiendo la continuación natural de Madrid Río. No importará nada perderse un poco. Verás.
Me cuentan que justo es este primer ramal el más recuperado. Me cuentan también que esta zona de recreo destinada al solaz de paseantes y disfrutones en general era antes, hace muy poco, un vertedero municipal.
Esta excursión tiene muchas de las cosas que me gustan: filas de olivares con su sombra, cipreses, acacias, fresnos y una verdadera ribera con el agua del río cercana, corriendo. Dos pasarelas cruzan su cauce y el camino se disfruta tanto de una orilla como de la otra. La señal ética rebosa nombres evocadores: una gran duna en forma de anfiteatro, llamada Plaza Verde, desemboca en un ancho bulevar arbolado conocido como el Paseo de los Sentidos. Y luego, claro, la atalaya. Ahora te cuento.
No se me ocurre mejor plan de almuerzo campestre. Prometido, en nada llegas.
🌳 Un descubrimiento
La Dama del Manzanares. Mi hallazgo esta vez es una escultura en bronce y acero que corona orgullosa la cima de una atalaya, de una rampa creada y alfombrada artificialmente para acercarnos más a ese cielo de Madrid.
Esta cabeza de mujer que observa en silencio el horizonte (al norte rico, la verdad) entre complacida y vigilante, remata ese mirador piramidal de más de veinte metros de altura proyectado por un prestigioso estudio de arquitectos. La impresionante escultura es obra del pintor, grabador y escultor valenciano Manolo Valdés, a la sazón, uno de los fundadores del Equipo Crónica.
Leo que el nombre primigenio de esta pieza de gran tonelaje iba a ser Ariadna IV, y que su apabullante tocado, filamentos y filamentos de acero en espiral despeinados por el viento, recrean el ovillo de hilo gracias al cual la princesa logró el triunfo de Teseo sobre el Minotauro en el laberinto cretense. Esto me parece bastante bonito.
Leo también que la escultura es un homenaje al río Manzanares. Por fin la ciudad reconoce lo que le debe a su río. Y esto me parece mucho más bonito todavía.
Sube hasta al empinado promontorio, anda. Date un paseo.
🌳 Mujeres paseantas
Hablo ahora de una de las personas que más me fascinan, así en general. De una mujer embarcada en uno de los hitos científicos más relevantes del siglo XIX. De Marianne North (1830, Hastings - 1890, Gloucestershire) que viajó sola (¡sola!) y anduvo mucho, muchísimo a lo largo del mundo entero con la encomiable tarea de descubrir y registrar plantas exóticas y especies desconocidas.
Pionera científica, inesperada exploradora, importantísima botánica y una gran pintora. De afición temprana primero al óleo y después a la acuarela, su amplia educación victoriana de clase alta transcurrió en un ambiente así, plácido y muy artístico.
Impulsada por una curiosidad insaciable, indómita (muy victoriana también), North decidió viajar sin compañía y descubrir senderos en Jamaica y Estados Unidos, Canadá, Japón y Brasil. Y descubrió y dibujó. Y publicó un primer libro: ‘A Vision of Eden’, una suerte de memorias de viaje donde da cuenta de la dureza de su empresa de ultramar y de algunos de sus hallazgos. También visitó Australia y realizó una última expedición a Chile. Conoció hasta quince países en catorce años y pintó con pinceladas rápidas las personas, los lugares y las plantas que vio.
Ahora, la segunda parte de esta historia. Las apabullantes y ricas estampas de aves exóticas, flores multicromadas y tierras del fin del mundo que Marianne inmortalizó al natural a lo largo de su periplo vital, adornan una sala propia, un recoleto gabinete que lleva su nombre en el Real Jardín Botánico londinense, en los increíbles Kew gardens. En la Marianne North Gallery, más de ochocientas pinturas aún guardan la distribución que ella misma dispuso, en orden geográfico para que puedas seguir sus viajes y paseos a través de sus registros botánicos a lo largo del mundo entero. Caminar para descubrir.
🌳 Escribir la naturaleza. Algunos Libritos
Me lanzo con un clásico y un precursor en esto de la literatura de naturaleza, que se reeditó hace unos meses. Esto es un poco por si te apetece iniciarte en este tipo de textos sobre la relación del hombre y la mujer con el reino animal, que dan bastante paz. Sí, me lanzo con ‘Nature’ de Ralph Waldo Emerson (Boston, 1803 - Concord, 1882), el ensayo fundacional del pensamiento del poeta y filósofo norteamericano (el trascendentalismo), mentor y amigo de Henry David Thoreau, y considerado uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana. Para ponerle en contexto.
Emerson también quiso irse a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente; para vivir profundamente. Emerson mola.
“En los bosques me parece que nada malo puede sucederme en la vida, ninguna desgracia, ninguna calamidad que la naturaleza no pueda reparar. Sobre la tierra desnuda -bañada la cabeza por el aire dichoso y alzada hacia el espacio infinito- se desvanece todo rastro de egoísmo mezquino (...). Soy el amante de una belleza incontenible e inmortal.”
RALPH WALDO EMERSON, ‘Nature’
En la introducción del librito ya asoma su idea central: la naturaleza tiene para el autor un significado divino (sí, Emerson era muy religioso), y su esencia está al alcance de todos a través de las múltiples facetas en las que la naturaleza se desdobla. El autor nos pide renovar la mirada, abordar y acercarnos a la naturaleza con nuevos ojos, sin restricciones. Y es que la inmersión en el entorno natural lleva a actuar al hombre con benevolencia hacia todo lo que lo rodea. Yo estoy a favor.
La edición de Nórdica Libros, junto a las maravillosas ilustraciones de Eugenia Ábalos, incluye también una serie de poemas del propio autor que dan cuenta de su vinculación mistiquísima, de comunión total con la naturaleza.
No sé, está escrito bonito. Y es un ejercicio pertinente en estos tiempos de emergencia climática y desencuentros del hombre moderno con la naturaleza. Diría yo.
🌳 Arte natural
Voy terminando ya, pero esta vez con programa doble por aquí. No he podido contenerme.
Algunas veces mis paseos son por la ciudad, claro. Algunas veces son por la misma calle, la plaza de todos los días, cruzando los mismos semáforos de siempre. Y, sin embargo, la ciudad me sorprende; yo dejo que lo haga. Pasear así, para conmoverse.
Isabel Villar (Salamanca 1934) lleva más de cinco décadas entre pinceles, pintando. Décadas pintando delicada el paraíso, una suerte de paraíso perdido: prados refulgentes en quietud, vegetación exuberante, árboles en pleno verdor, mujeres solitarias y cándidas, y animalitos salvajes (lobos, tigres, leones, rinocerontes, focas, monos, hipopótamos, aves exóticas, okapis, cercopitecos y lemures). La armonía. Un universo figurativo muy propio, rico y reconocible que reflexiona (ella cuenta) sobre la memoria, la pérdida del equilibrio ecológico y el diálogo entre los seres humanos con la naturaleza. Otra vez.
Y nada, yo llegué a sus bellísimos cuadros en una caminata corta, una mañana, por las aceras de casi siempre. Id a ver de cerquita ‘Ese otro bosque dentro de ese bosque’, su expo en la Galería de arte Fernández- Braso (¡hasta el 14 de mayo!). Pocas cosas más bonitas ahora mismo en la ciudad.
Y una última galería. ‘He caminado 2.876,98 km. Para hacer esta exposición’. Una propuesta chula. La exposición de la asociación CRUCE recoge la idea de que la historia del pensamiento (y por ende la del arte) está fuertemente asociada a la historia del caminar, y que incluso el bello arte del paseo puede considerarse un acicate, un motor de producción de una ingente cantidad de obras, sí.
Ya los primeros dadaístas y surrealistas con sus excursiones por París intentaron darle al hecho de caminar una consideración artística. Situacionistas, minimalistas, han explorado las posibilidades expresivas que la experiencia tiene. El autor, Manuel Rufo también ha paseado bastante, utilizando el propio espacio urbano como lienzo. Sus caminatas, trasladadas a las paredes de esta sala de exposiciones, describen, recrean formas figurativas reconocibles propias de la disciplina del dibujo. Sí, pasear para crear. Terminé.
🎧 Esta cancioncita sonó muchas veces mientras escribía este segundo paseo.