“¿Dará paseos a caballo, en coche o a pie?
-A pie, por supuesto. No tenemos caballos, ni siquiera uno para papá. Él va caminando hasta los confines de su parroquia. Los paseos son tan bonitos que sería una vergüenza ir en coche, casi lo sería incluso ir a caballo.”
ELIZABETH GASKELL, ‘Norte y Sur’
🌳 Lanzarse al camino
En mi sendero favorito –casi oculto, casi sin luz del sol– tropiezo a menudo con el tronco viejo hendido por el rayo de una venerable haya. Detengo el paseo, respiro profundo, me sobrecojo. Me pasa así.
Es que ahora mismo, lo que más me interesa son los árboles. Salgo a pasear, camino contenta, miro hacia arriba. Y admiro por igual las copas frondosas y las hojas caducas. A los árboles tímidos, aquellos cuyas ramas nunca se tocan, y a las grandes colonias que viven en gloriosa comunidad. Choperas, pinares, hayedos, robledales, fresnedas. Me fascinan los árboles.
“Solo me dedico a plantar árboles: sé que soy demasiado viejo y que no disfrutaré de sus frutos ni de su sombra, pero no veo una manera mejor de ocuparme del porvenir.”
VOLTAIRE, en el libro ‘La vie des arbres’
No estoy sola en mi hechizo por estas plantas que se ramifican a cierta altura del suelo. El gran botánico francés Francis Hallé, experto en ecología de las selvas tropicales, defensor de la inteligencia de las plantas, amante infinito de los bosques primarios y comunicador arbóreo por excelencia, sentía cierta pulsión y la necesidad de comprobarla. Mantenía que un porcentaje elevado de la biodiversidad del bosque tropical estaba en la misma copa de los árboles, arriba del todo, donde plantas y animales aprovechan la mayor parte de la energía solar para desarrollar numerosas formas de vida e interacciones. Hallé tenía claro que nuestro conocimiento de los árboles era pobre, imperfecto, que nos quedaba un mundo por descubrir. Así que se propuso ver qué había encima de los árboles y navegar sus cimas, las cotas más altas.
“Ni por un instante se me ocurriría esconder la simpatía que me inspiran los árboles, ni la admiración que, desde hace tiempo, siento por ellos.”
FRANCIS HALLÉ, ‘La vie des arbres’
En 1986, con un magnífico y curioso artefacto, Le Radeau des Cimes, se lanza a explorar el dosel, las copas de los bosques tropicales, la canopea o bóveda forestal. Y con esta plataforma hexagonal, una suerte de laboratorio científico instalado a gran altura ayudado de un globo aerostático, realiza varias expediciones —de 1986 a 2003— a 40 metros por encima del nivel del suelo, congregando a investigadores de diferentes disciplinas y de diferentes países. Estos extraordinarios viajes científicos permitieron describir multitud de especies hasta ese momento desconocidas, multiplicar por diez la evaluación de la diversidad biológica y certificar la importancia de las copas de los árboles en esta biodiversidad. La mayor riqueza del planeta, mayor que la de los océanos. Casi nada.
La ingeniera en Ciencias Forestales peruana Tatiana Espinosa custodia férreamente 916 hectáreas de bosque húmedo amazónico en la cuenca del Río Las Piedras, Madre de Dios, República del Perú. Un lugar único en el mundo, un ecosistema frágil de altísimo valor ecológico que alberga árboles milenarios, a los imponentes shihuahuacos de corteza rojiza. Son “árboles capaces de alcanzar los 50 metros de altura, que cobijan y dan alimento a cientos de especies desde mucho antes del Imperio de los incas”, y una especie muy amenazada por la mano del hombre y la presión de la industria maderera.
Árboles emergentes porque emergen imponentes hacia el cielo atravesando el dosel del bosque y que juegan un papel fundamental en el ciclo del agua: cada uno bombea alrededor de 1000 litros al día desde el subsuelo hacia la atmósfera, en beneficio de la Amazonia y del planeta entero. Árboles excepcionales, los nodos de una gran red natural que sustenta su medio: cuando cae un shihuahuaco milenario se pone en peligro todo el equilibrio de un ecosistema complejo. Árboles invaluables, su preservación es acuciante y vital para contrarrestar los efectos del cambio climático.
Fascinada por los atributos de estos árboles y alarmada por la sobre-extracción comercial de la zona, Espinosa decide fundar junto a sus hermanas en 2010 Arbio Perú, una organización sin ánimo de lucro que trabaja con un objetivo: defender y salvar cada árbol que se encuentra a su cuidado de la depredación de la industria de la madera y proteger el ecosistema amazónico. Y lo está consiguiendo. Desde la plataforma online de la organización cualquier particular puede adoptar un árbol y proteger el bosque, implicarse en la labor de conservación y ayudar a descubrir la verdadera magnitud de la riqueza biológica que este ecosistema brinda a las comunidades locales y al mundo entero. Una historia bonita.
Y otro deslumbrado por la masa forestal. David George Haskell es un biólogo británico-estadounidense, un divulgador científico y también poeta. Un observador de la naturaleza muy, muy paciente: dedicó un año entero de su vida a examinar un único metro cuadrado de un bosque de Sewanee, en Tennessee, donde enseña Biología y Estudios Ambientales. Haskell mira y aplica sus grandes dotes de percepción y análisis. Un observador sensitivo que también escucha a los árboles y se dedica a cosechar sus sonidos.
“Yo me he dedicado a escuchar a los árboles, en busca del kleos ecológico. No he encontrado a grandes héroes ni individuos en torno a los cuales gira la historia. En cambio, los recuerdos vivos de los árboles, que se manifiestan en sus canciones, nos hablan de la comunidad de los seres vivos, de una red de relaciones. Los seres humanos también formamos parte de esa conversación.”
DAVID GEORGE HASKELL, ‘Las canciones de los árboles’
¿Y si los árboles estuvieran llenos de música? Sí, Haskell defiende que los árboles están llenos de una sonoridad que los hacen únicos y lo demuestra equipándose de un estetoscopio, de hidromicrófonos y de perseverancia. Escucha así lo que bulle en los bosques en un viaje por las conexiones de la naturaleza. Presta atención a esos sonidos, a las canciones que interpretan diferentes árboles a lo largo del planeta, y las registra: del ceibo gigante, al fresno verde, de la secuoya, al arce o al pino ponderosa. En todos los lugares, las melodías que rastrea y recoge surgen de las relaciones, de la interconexión entre diferentes especies. Entre árboles, humanos, insectos, aves, bacterias. Fascinante.
Todos los seres estamos atravesados por fuertes relaciones biológicas y diluidos en esa red de relaciones. Y los árboles son nuestro sostén ecológico y cultural. Nuestro futuro está vinculado al suyo. Necesitamos árboles.
Se le atribuye a Arturo Soria —el de la Ciudad lineal— la siguiente frase molona: “donde no puede vivir un árbol, como ocurre en muchas calles de Madrid, no deben vivir las personas”. Don Arturo, como algunos de sus coetáneos, defendía ideas higienistas. Estaba muy preocupado por la salubridad de las ciudades y nada mejor que muchos árboles para mejorar la calidad del aire de los entornos urbanos.
Y fue en tiempos de Soria cuando arraigó en Madrid una iniciativa pionera para naturalizar la ciudad: la celebración de una verbena popular con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, la Fiesta del Árbol de Ciudad Lineal. ¡Una fiesta dedicada a los árboles! La primera convocatoria tuvo lugar en 1896. El objetivo: “desarrollar el arbolado de Madrid para mejorar las condiciones climáticas, despertar el cariño de niños y mayores por los árboles y, lograr que se celebre esta fiesta en el resto de España”. Los festejos incluían plantaciones masivas por parte de las vecinas. Ese 26 de marzo se plantaron 2.400 diminutos árboles en unos terrenos de los términos de Chamartín de la Rosa, Hortaleza y Canillas, entonces llamado cerro del Centinela. La crónica relata cómo en lo alto de este cerro se habilitó un pabellón destinado a acoger a miembros de la familia real que acudieron a tan llamativo evento. A pocos metros de aquella caseta, estaba el árbol número 1 recién asentado, o árbol del rey, un bonito ciprés. En las faldas del cerro, el resto de arbolitos. Desde aquel momento, este paraje, lugar de la plantación masiva de la primera fiesta, adoptó el nombre de Pinar del Rey.
En 1904, se institucionalizó la festividad en toda España. Una nueva tradición que se consolidó, duró varias décadas y quedó paralizada por la Guerra Civil.
Ojalá más árboles, más fiestas del árbol, más cariño ciudadano por los árboles y menos arboricidio cruel y especulador.
🌳 Un buen paseo
Vuelvo de nuevo a la orilla del río. Feliz. Esta vez al tramo más natural y salvaje de su recorrido urbano. Propongo una caminata a lo largo del Paseo Fluvial del río Manzanares por su segundo tramo, en el distrito de Villaverde, el extremo sur de la ciudad de Madrid.
Esta ruta tiene también todo lo que me gusta: una ribera agreste, naturalizada, que te aleja de la ciudad; campos de cultivo y pequeñas huertas que salpican el camino; algunos vestigios de patrimonio relevante; árboles centenarios y otros muchos que dibujan senderos y verdean las orillas. Y el rumor del río, tan cerquita.
El Parque Lineal Manzanares Sur (así se llama este ramal, la continuación natural del Parque Lineal del Manzanares) es un espacio natural e histórico que discurre en paralelo y a lo largo del río, y se extiende desde el nudo supersur de la M-40 a la altura de Villaverde hasta la localidad de Perales del Río, en Getafe. Pese a situarse bajo agresivos nudos de carretas y tramos ferroviarios, en los últimos años se ha recuperado (algunas zonas mejor que otras), se ha reforestado y se han adaptado los caminos. Ahora, es un recorrido amable que se puede hacer con niños y niñas.
Un buen punto de partida para esta caminata, no el único, puede ser la Avenida de los Rosales, junto al conocido edificio Novosur. Desde allí, se coge un sendero dirección sur hasta encontrar la primera pasarela del río en este punto (Pasarela Novosur). Dentro de este tramo se localizan relevantes yacimientos arqueopaleontológicos, por eso la zona cuenta de una protección especial como Bien de Interés Cultural. Justo cerca del propio Novosur, en las inmediaciones del carril bici, está datada la existencia de una Villa Romana que previsiblemente alojaba ciudadanos que trabajaban la tierra y cuidaban de los animales. Es probable que la villa se autoabasteciera y fuera un centro neurálgico comercial importante.
El paseíto se puede hacer por las dos márgenes del río. De hecho, lo interesante es bajar por una orilla y subir por la otra para disfrutar de la totalidad del paisaje.
La margen izquierda es la más silvestre y una verdadera sorpresa que, al menos yo, no me esperaba. Recorrer el camino empolvado y silencioso entre chopos de la ribera: stendhalazo máximo. Entre otros secretos, esta orilla preserva los restos del histórico Real Canal del Manzanares, testimonios de que Madrid, un día, quiso ser puerto de mar. Un proyecto muy ambicioso que pretendía hacer navegable el río y unir la capital con Aranjuez por el agua, entre otras cosas. Desde esta orilla se otean algunas de aquellas esclusas que se construyeron al efecto y el complejo de la Casa de la Cuarta Esclusa, Bien de Interés Cultural y un tesoro del patrimonio madrileño. La margen derecha, en la actualidad, se está reforestando con diferentes especies arbóreas: con olmos de Siberia, fresnos y chopos (o álamos negros) que adornan los caminos terrizos. También cuenta con placenteras áreas de picnic y columpios. El mejor plan, a la vera del río.
Qué valioso es cuidar la riberas, naturalizar el río y respetar los árboles de la riberas del río. Sigue el camino. En nada llegas.
🌳 Un descubrimiento
Al olmo viejo. Mi descubrimiento esta vez es un olmo común (ulmus minor), un árbol ancestral y apabullante que las vecinas llaman cariñosamente “el Abuelo”. Me cuentan que este bello árbol es un espécimen único dentro del municipio de Madrid. Si paseas con atención por la orilla izquierda del Manzanares sur, justo ahí, te lo encuentras.
El anciano olmo no solo parece superar el centenar de años sino que tiene una importancia histórica relevante: se piensa que podría estar relacionado con las plantaciones que de esta especie se llevaron acabo en el Real Canal del Manzanares, desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XIX. Además, la grafiosis o enfermedad holandesa del olmo ha acabado con millones de ejemplares de su especie en toda Europa, así que nuestro Abuelo es uno de los raros ejemplares que aún se preservan. Un ejemplar inusitado.
El Grupo de Investigadores del Parque Lineal (GIPL), una asociación cultural que divulga los valores históricos y medioambientales de las cuencas bajas de nuestros ríos, está trabajando para que este ejemplar único sea estudiado, catalogado y protegido. De forma que se incluya en el catálogo de árboles singulares de Madrid, como uno de “los ejemplares de flora que por características extraordinarias, por su rareza, excelencia de porte, edad, tamaño, significado histórico, cultural o científica, constituyen un patrimonio merecedor de especial protección por parte de la Administración”. Esto es bastante importante. La única forma de asegurar su preservación. De garantizar que el olmo viejo siga guardando el camino y la ribera.
Tienes que verlo muy de cerca. Date un paseo.
🌳 Mujeres paseantas
«Aquel ser humano que no conoce la naturaleza, que no camina bajo las ramas y las hojas como bajo su propio techo, es parcial y está herido.»
MARY OLIVER, ‘Horas de invierno’
Contemporánea de Sylvia Plath, Mary Oliver (Ohio, 1935-Florida, 2019) fue la poeta norteamericana más popular y leída de su tiempo. Una de las voces más valoradas e influyentes de la literatura contemporánea que ganó el National Book Award y el Pulitzer. Sí. Todo el mundo tendría que conocer a Mary Oliver pero estas cosas casi nunca funcionan así.
Amante de vagabundear, a la escritora lo que de verdad le fascinaba era pasear y pasear sin rumbo por la foresta, deambular entre arboledas, serpentear por los caminos. Como a nosotras. Ella encontró en los paseos, a resguardo en el bosque, su inspiración y su refugio. Se diría que le interesaba más la naturaleza que el mundo de los seres humanos. Normal.
En 2021, la editorial Errata Naturae emprendió la tarea de divulgar en nuestro país su legado con la publicación de ‘La escritura indómita’, una miscelánea de textos que muestran cómo la poesía y la naturaleza le salvaron de una niñez y una adolescencia dolorosas. Después llegó ‘Horas de invierno’, una colección de ensayos breves acompañados de una selección de poemas, con momentos de comunión con el mundo natural que aproximan su escritura a un cierto misticismo, al tiempo que apelan a la acción ecologista. Una belleza.
Pasear para sacudirse telarañas y acabar con los temores.
🌳 Arte natural
Termino en nada. Una historia pequeña y ya.
Algunas instituciones significativas y ciertos poderes económicos, han atesorado tradicionalmente fondos con colecciones de arte de gran importancia. Por prestigio, por avidez, por placer, por conformar un legado, por exenciones fiscales. Algunas colecciones permanecen ocultas a los ojos del visitante medio para siempre, otras están comenzando a salir a la luz. Y este es el caso de la Colección Banco de España, resultado de un patrimonio artístico acumulado a lo largo de más de dos siglos de historia. Ni más ni menos.
Cronológicamente, la colección se compone de una sección clásica, que se extiende desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XIX, y una sección contemporánea, constituida por obras de arte español producidas en su mayor parte desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Pues bien, ahora mismo es posible acercarse a la plaza de Cibeles y acceder de forma gratuita a la sala de exposiciones de la venerable institución supervisora. Y visitar la Flores y Frutos, una muestra que reúne cerca de cincuenta obras, centrada en la representación de la naturaleza desde el siglo XVII hasta la actualidad. Majestuosos bodegones barrocos y naturalezas muertas decoran las salas centrales. Comisariada por Yolanda Romero, conservadora del Banco de España, la exposición esconde metáforas y reflexiones sobre la espiritualidad, la fragilidad y la fugacidad de la vida contemporánea, cada vez más alejada de los ciclos naturales. Sí.
Y terminé. Felices paseos.
🎧 Esta cancioncita sonó muchas veces mientras escribía este octavo paseo.