“Quiero hablar con todo el mundo lo más profundamente que pueda. Quiero ser capaz de dormir en un campo abierto, viajar hacia el oeste, caminar libremente de noche.”
SYLVIA PLATH, ‘Diarios Completos’
🌳 Lanzarse al camino
Paseo paseos perezosos. Paseos cantábricos, sonoros; de marea alta y algas enredadas. Paseo justo cuando comienza el calor tibio a hacer efecto y se desbordan los primeros sonidos del día.
Paseo para entretener al cerebro y, mientras, sigo pensando en esto del vagabundear.
Algunas veces, paseo sola con cierta obligación. Sí, me empujo obstinada. No para vencer la pereza, que no soy perezosa, sino para reclamar mi espacio en este mundo. Para estar en él de manera significativa, relevante. Me obligo como forma de expresión y como una manera de demostrar que puedo. Es mi espacio y ese es el camino: lo voy a seguir.
Sola, tomo posesión del trocito que me toca y venzo la alargada sombra del temor (sí, el temor que está siempre cuando paseas sola) y la vergüenza de saberme observada (sí, la vergüenza que se hereda). Empiezo a andar. Un pie tras otro, paseo como lo hace todo el mundo (sí, los hombres) por un camino cualquiera. Avanzo más allá de mi conocimiento y forzando todas las posibilidades nuevas.
“Lo que quería era seguir caminando por entre la hierba roja hasta el fin del mundo, que no podía estar muy lejos.”
WILLA CATHER, ‘Mi Ántonia’
Camino a solas con un sentimiento de ligereza y satisfacción, consciente de mi presencia. Ejerzo mi derecho a estar pero no por todos los sitios, no a todas las horas.
Y es que salir al mundo a andar por placer –una actividad tan simple, tan apacible, tan inocua– ha estado vetada para las mujeres desde tiempos remotos. Dejadme redondear y decir: desde siempre. Los hombres han podido caminar extasiados y seguros por el bosque, por el jardín, por las plazas. Las mujeres han sido intimidadas y castigadas solo por intentarlo.
Sí, ciertas leyes, el peso de la tradición y la propia amenaza coercitiva de la violencia sexual –ese miedo atávico al acoso, al daño– han disuadido y limitado la posibilidad de cada chica, desde que el mundo es mundo, a echarse a andar a su antojo.
Veamos. Por ejemplo. Casi la mitad de las mujeres españolas siempre pasa miedo caminando por la calle, independientemente del momento del día que sea, y un 60,7% reconoce haber sentido miedo de que alguien pudiera ejercer algún tipo de violencia sexual sobre ella al encontrarse en espacios públicos como calles, parques, etc. Dos tercios de las mujeres norteamericanas temen caminar solas por sus propios barrios de noche, y, de igual manera, a las mujeres británicas les asusta salir solas de noche y a un 40% le aterra ser violada.
Y más. El pasear femenino siempre ha estado sexualizado. La visibilidad pública y cada alarde de independencia en el caso de las mujeres se ha igualado históricamente con falta de honra y de reputación (sexual). Salir a caminar, estar en el espacio público y hacerlo sin miramientos se ha asociado per se a personalidades disolutas, a mujeres fáciles, a chicas de ¿la calle? La escritora y activista Rebecca Solnit explica: “el caminar femenino suele ser, por cierto, entendido como una exhibición o un espectáculo más que como un traslado de un lugar a otro, y ello porque se supone que las mujeres caminan no para ver, sino para ser vistas, no para su propia experiencia, sino para un público masculino a cuyos miembros les solicitan cualquier atención que puedan recibir”. Se produce la siguiente asimilación: mujeres que ejercen su derecho a estar en el espacio público, mujeres que pasan a ser seres sexuales accesibles y disponibles.
“¿Podría ella conseguir comida en una taberna o deambular por la calle a medianoche? VIRGINIA WOOLF, ‘Una habitación propia’
Ser tan solo una chica es un aprendizaje constante en esto de sortear los peligros de andar a solas por el bosque, por el jardín, por las plazas. Y no me apetecía obviar este hecho que tanto nos condiciona y nos somete. El movimiento feminista ha abordado, denunciado y logrado reformas en muchas de las interacciones desiguales e injustas dentro de ámbitos privados como el hogar, el trabajo, la escuela, pero el acceso total –a todos los sitios, a todas las horas– al espacio público para cualquier finalidad es una parte cotidiana de la vida de las mujeres que sigue estando cercenada por el miedo y el acoso.
“Me quiero quedar aquí bailando
Pero no puedo no, no, no puedo
Porque tengo miedo de salir
A caminar sola por ahí”JULIETA VENEGAS, ‘Caminar sola’
Me he puesto seria. Escribo, sí, por el primigenio derecho de cada mujer a ir donde le dé la gana. Por el pleno derecho de cada chica al espacio público, a pulular en total libertad por senderos, prados y callejuelas. Por el obvio derecho femenino a la presencia física, sin miedo. Somos y estamos.
Sigo en ruta por el corazón de la ciudad. Hace un día precioso.
🌳 Un buen paseo
Este es un paseo urbano para mirar hacia arriba y comprobar que existen curiosidades en vertical. Una caminata para estirar el cuello y todas las posibilidades. Traigo por aquí un recorrido facilito que descubre edificios de todo pelaje; una ruta para todos los públicos siguiendo el rastro en Madrid de los bellos azulejos de Daniel Zuloaga, uno de los renovadores del arte ceramista en nuestro país y uno de los grandes creadores del siglo XX. Nos lanzamos a la calle, “al flaneo puro y duro”, como dice Santiago Lorenzo. Te va a gustar, verás.
A Zuloaga ya le seguimos la pista en paseos anteriores porque su huella permanece clara en la ciudad. Nacido en el seno de una familia de artistas del metal (he soñado siempre con escribir esto), su padre Eusebio Zuloaga, era arcabucero de Isabel II, director de la Real Armería y especialista en la técnica del damasquinado. Vaya palabra preciosa. Su madre, Ramona Boneta, era experta artesana en galvanoplastia y, prácticamente, hacía magia. Tras una valiosa formación en la fábrica de porcelana de Sèvres, Daniel Zuloaga practica con éxito el dibujo, la pintura, la acuarela, el damasquinado y la cerámica, el oficio que le traería la fama. Y a esta carta.
Para algunos, es un arte menor, sin embargo, la práctica ancestral de la cerámica como expresión cultural sigue despertando fascinación en el arte contemporáneo. La cerámica es atemporal pero anacrónica. Es popular, sencilla y también sofisticada. Los restos cerámicos, además, constituyen el fósil directo más relevante para saber de remotos tiempos geológicos y de primeras civilizaciones. Las amantes de la cerámica (yo) vivimos arrebatadas por la loza, el gres, los esmaltes y las porcelanas.
En la segunda mitad del siglo XIX, se desarrolla en Europa la tendencia a aplicar cerámica a la arquitectura, potenciando así su lustre y empaque. Y de esto va un poco este paseo donde verás algunas de las cosas que más me gustan. Esta es una breve ruta por la intrahistoria de la ciudad y por su arquitectura civil. Un breve muestrario de bellos oficios artesanos ante los que no solemos reparar. Una caminata sencilla.
✨Se puede empezar este paseo cerámico en Río Rosas –distrito de Chamberí–, en la Escuela de Minas, uno de los edificios más fascinantes de Madrid centro y uno de los mejores ejemplos de esto de las artes aplicadas. En 1886 se encarga el proyecto al arquitecto estrella del momento, Ricardo Velázquez Bosco, defensor de la llamada arquitectura del color y cuya cuidada producción define la estética madrileña del siglo XIX. Detente un ratín y mira hacia arriba. Verás como en las fachadas este y oeste del edificio de “Minas” se exhiben unos impresionantes paños cerámicos de azulejos obra del maestro Zuloaga, cegando los espacios destinados al museo y la biblioteca. Son grandes composiciones alegóricas con escenas dedicadas a la minería, la metalurgia y a distintas ciencias. El artesano utilizó en esta ocasión la técnica de esmalte sobre piedra. Son impresionantes. Si tienes un ratito, aprovecha, entra al edificio y disfruta del Museo Geominero, con sus balconadas de hierro forjado y sus vidrieras tan de principios de siglo XX. Unas 250 vitrinas de madera tallada preservan la exposición permanente con fascinantes colecciones de minerales, rocas y fósiles.
✨Paseando por el barrio y muy cerquita, en la calle Maudes, nº17, te tropiezas con el Palacio de Maudes (el antiguo Hospital de Jornaleros San Francisco de Paula). Otro edificio imponente, obra del arquitecto Antonio Palacios junto a Joaquín Otamendi. Leo que Dolores Romero, viuda del empresario ferretero Curiel y Blasi, manda proyectar un edificio que albergase un hospital para atender así de forma gratuita a obreros que no contaran con medios económicos suficientes. Las obras tuvieron lugar entre 1908 y 1916. El edificio, una joya arquitectónica coetánea del Palacio de Cibeles, es uno de los pocos edificios madrileños del siglo XX construidos mayoritariamente en piedra. Así, Palacios busca un elemento cerámico que le dé movimiento, color y realce el edificio. Fue Zuloaga, claro, el encargado de recubrir las fachadas con abundante decoración cerámica. Empleó dos técnicas, por una parte la disposición trencadiç (técnica de mosaico de azulejos, introducida por Gaudí) y, por otro lado, la de paneles cerámicos. Busca los brillantes azulejos en verde y azul. Verás.
✨Esta caminata nos lleva a otro de los edificios emblemáticos de la capital, el Edificio Grassy, en el nº 1 de la Gran Vía. Siempre me quedo embobada mirándolo. Mi chaflán favorito se construyó entre 1916 y 1917 por Eladio Laredo, inicialmente como edificio de viviendas para Luis Ocharán Mazas, un personaje curioso; industrial, empresario, fotógrafo y novelista y uno de los grandes mecenas y amigos de Daniel Zuloaga. El artesano trabaja en las maravillosas decoraciones de la fachada emulando paneles de vidriera: en vez de rematar con azulejos cuadrados, los recorta siguiendo el dibujo. Son preciosos.
✨El paseo alcanza hasta la calle Barquillo nº22, la casa de la Marquesa de Eguarás. En este caso, entra al hall del edificio y verás. Y es que Daniel Zuloaga realizó también varios encargos de entradas de carruajes con solana y aristocráticos portales. En el interior del zaguán se preservan catorce maravillosos paneles cerámicos modernistas con representaciones femeninas inspiradas en la obra del artista checo, el icónico cartelista del art noveau, Alphonse Mucha. Zuloaga estaba al tanto de las modas de París y también frecuentaba a los modernistas catalanes. Esta fue su aportación en la capital a los gusto de la época.
✨ En la Carrera de San Jerónimo, esquina con la plaza de Canalejas, emerge otro edificio fascinante. Es la conocida Casa de Tomás Allende, encargada por el promotor bilbaíno para ser su vivienda y proyectada por el arquitecto Leonardo Rucabado entre los años 1916 y 1917. Este edificio es una fantasía: otro magnífico crisol de oficios artesanos. Daniel Zuloaga será el encargado de realizar aquí las decoraciones cerámicas en relieve de los dos torreones y la terraza. Y el artesano da rienda suelta a su sentir creativo en un trabajo ornamental rico, ecléctico y exuberante, utilizando en estas cenefas cerámicas imágenes y símbolos diversos: elefantes (¡Sí!), leones anillados, figuras míticas como faunos, escudos ovalados, guirnaldas de frutas y flores. Un locurón de color y originalidad. ¡Mira hacia arriba!
✨ Hay que andar un poquito más. La ruta avanza ahora hacia el Paseo de la Infanta Isabel, 1. Allí espera imponente el Palacio de Fomento, hoy, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Otra belleza arquitectónica de enorme riqueza artística, obra de Velázquez Bosco en 1893. Sugiero pasear todo el perímetro del edificio curioseando y con mucha calma. De nuevo, Zuloaga es el encargado de la decoración cerámica del exterior, de los delicados azulejos y esmaltes coloristas; también de los bajorrelieves y las piezas ornamentales que recorren el edificio. Busca los paneles alegóricos (dedicados a la minería, la industria, la pintura y la escultura), los frisos y los relieves en forma de cabeza de león, de Atenea y de Hércules, para los que colaboró el escultor Ricardo Bellver, el autor de nuestro ‘El ángel caído’. Maravilla.
✨Este paseo urbano llega al parque del Retiro, un posible punto final de la caminata cerámica. En la carta dedicada al Campo Grande, mi parte favorita del gran parque de Madrid, me explayé sobre los últimos edificios destacados de esta breve ruta: el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez, obra ambos (de nuevo) de Ricardo Velázquez Bosco. En este trocito de la ciudad, me entretengo fascinada a menudo muchas tardes. Y cuento paños cerámicos.
Daniel Zuloaga realiza –posiblemente en su taller de Vallehermoso– la decoración interior y exterior en cerámica del entonces conocido como “Invernadero del pabellón de Filipinas”, ahora Palacio de Cristal, en 1887. Leo que Ignacio Zuloaga, el pintor de Eibar, ganaría sus primeros ingresos relacionados con el arte ayudando en los trabajos de su tío Daniel en el bello y delicado edificio acristalado. Y esta estrecha relación duró toda la vida. Justo ahora es el mejor momento para pasear hasta este delicioso rincón del parque, porque es otoño y porque puedes visitar la exposición gratuita ‘El cristal es mi piel’ de Pauline Boudry (Suiza, 1972) y Renate Lorenz (Alemania, 1963). Una misteriosa escenografía que utiliza el humo, que se extiende por todo el recinto, como una forma de opacar, de ocultar para no ser conocida ni normalizada.
Pero la cerámica monumental más reconocida del maestro es, sin duda, la decoración exterior del Palacio de Velázquez que realiza junto a sus hermanos Germán y Guillermo, en 1883. En su fascinante labor, rescatan técnicas de su oficio antiguas y tradicionales como la arista y la cuerda seca, y elaboran así los frisos, las cenefas y remates del impresionante edificio. Qué decir de mi sitio feliz de Madrid. No se me ocurre mejor forma de pasar la mejor tarde.
Terminé. Date un paseo sencillo. Siempre se puede disfrutar de la exuberancia de lo que nos rodea como si fuera la primera vez.
🌳 Un descubrimiento
Este descubrimiento tiene la forma de una iglesia, de un taller cerámico y de un museo. De todo a la vez.
En 1904, nuestro maestro del azulejo favorito, Daniel Zuloaga, en un momento de grandes encargos, de grandes volúmenes, adquiere el templo románico más antiguo de la provincia de Segovia: la preciosa Iglesia de San Juan de los Caballeros, de finales del siglo XI. Un lugar de enterramiento de los nobles linajes de la ciudad, que se encontraba sin uso, abandonada. El maestro artesano instala allí su taller de cerámica, la oficina de venta de su floreciente obra y su casa. En este emplazamiento único proseguirá con sus trabajos hasta su muerte en 1921, junto a su familia.
Seguí los consejos de una amiga y me acerqué (paseando) a visitar el templo románico transformado, en la plaza de Colmenares, en el precioso barrio de los Caballeros de Segovia capital. En el lateral noroeste de la vieja muralla, la iglesia se asoma al mirador del río. Una verdadera belleza que hoy es la sede del Museo de Zuloaga.
Recomiendo mucho un paseo por esta zona recoleta y serena de la ciudad. Y descubrir el museo homenaje al artesano. La visita permite moverse con total libertad por la antigua iglesia y observar su arquitectura, sus esculturas y pinturas. Además, el espacio museístico atesora un gran inventario de piezas artísticas, fotografías, documentos y publicaciones relacionadas con el artista ceramista y su saga familiar. Stendhalazo asegurado.
🌳 Mujeres paseantas
¿Qué es lo que lleva a alguien a hacer el camino cuando el camino aún no existe? Qué hace que un hombre o una mujer, muchas veces a pie, decida emprender una travesía imposible a lo desconocido. Fue en el siglo XVIII cuando algunos viajes muy locos se iniciaron motivados por el puro y simple placer de la aventura, por la curiosidad y por el deseo de conocer mejor el mundo y a sus especies.
La escritora, exploradora y paseanta avezada Mary Henrietta Kingsley (1862-1900), nació en Londres poco después de que Darwin publicara ‘El origen de las especies’, por ponernos un poco en contexto. Su padre, un afamado médico, coleccionaba libros de ciencia y viajes en la biblioteca familiar, que Mary disfrutó con avidez. Siempre hay una generosa y bien dotada biblioteca familiar en el origen de muchos corazones femeninos intrépidos. Y Mary Henrietta se formó de manera autodidacta, qué remedio. Sola aprendió árabe, antropología y ciencias naturales.
Dedicada en exclusiva a atender a sus padres, cuando estos fallecen, Kingsley se lanza libre por fin a la aventura: “por primera vez en mi vida me encontré en posesión de cinco o seis meses que no estaban determinados por otros y, sintiéndome como un niño con media corona, divagué sobre qué hacer con ellos”. La reina de África recorrió a pie inhóspitos parajes de Sierra Leona, Liberia, Camerún, Angola, Ghana, Nigeria y Gabón, entre otros países, para “estudiar las religiones y capturar peces”; insólitos viajes que la convirtieron en una conferenciante y escritora reverenciada.
Desde el punto de vista científico, sus contribuciones fueron enormes. Además de su investigación antropológica de diferentes tribus, registró datos geográficos importantes y descubrió peces de nuevas especies africanas hasta entonces desconocidas por los europeos. De aquellas expediciones nacieron dos interesantísimos libros biográficos: Cautiva de África (Mondadori) y Viajes por el África occidental (Valdemar).
En 1900 y tras alistarse como enfermera en la Segunda Guerra de los Bóer –para echar una mano y por entusiasta y por curiosa y por intrépida–, Mary Kignsley fallece de una fiebre tifoidea en la ciudad sudafricana de Simon’s Town.
Pasear para hacer el camino nuestro.
🌳 Arte natural
Una cosita más y ya. Y es que tuve la suerte de ver una muestra de una belleza apabullante y quiero compartir: 'Post-apocalipsis', la segunda exposición individual del artista extremeño Julio Galindo (Llerena, Badajoz, 1988) en la nueva galería VETA by Fer Francés.
La muestra sucede en un espacio en ruinas, cruzando el río, en Opañel, distrito de Carabanchel, donde ahora mismo sucede de todo artísticamente hablando. Un desfile de esculturas cerámicas de animales salvajes salen al encuentro del visitante en cornisas, paredes, techos y repisas. Planteado como una alegoría sobre cómo podría ser un futuro próximo si el ser humano se extinguiese, el proyecto expositivo cuestiona nuestra existencia como seres humanos y la huella que dejamos como raza en el mundo y en el ecosistema.
La bellísima cerámica salvaje de Julio Galindo nace por su interés ecologista y su inquietud por el futuro del mundo y de las especies que lo pueblan. En sus representaciones cerámicas, muy pictóricas, el espectador puede descubrir toda clase de simbología espiritual, religiosa y naturalista. Una gozada.
El arte recupera espacios en desuso para las vecinas. Veremos lo próximo. Date un paseo a la orilla del río. Verás.
Terminé.
🎧 Esta cancioncita sonó muchas veces mientras escribía este octavo paseo.